Libro. Cleo Virginia Andrews (1923-1986) relata una historia que comienza con la típica familia americana, los esposos, los hijos hermosos y perfectos, la casa, los coches, la vida, el sueño; hasta que una noche, Christopher, el cabecilla de la familia sufre un terrible accidente y muere, Corraine, una esposa trofeo en toda la extención de la palabra, queda como responsable de Chris, Cathy y los gemelos, Corrie y Carry...
Desafortunadamente, Corraine decide que la única manera de salvar la situación es regresando a vivir con sus padres a un lugar en Virginia llamado Foxworth Hall, lugar donde ella creció, pero nunca menciona lo peculiar que sus padres pueden llegar a ser, porque -como he dicho en otras entradas- nada es lo que parece.
Flowers in the attic es narrado desde el punto de vista de Cathy, una niña de 12 años con una mente aguda que desde el principio se da cuenta de que lo que está sucediendo no está bien, cuatro niños encerrados en un ático para que un viejo moribundo no los encuentre y para que su madre herede una gran fortuna; la encargada de cuidarlos es la abuela, una vieja fanática religiosa que los maltrata física y emocionalmente. Pero, todo tiene un límite, y los chicos Foxworth están alcanzando el suyo...
El libro es una obra dramática que me caló hasta los huesos, no niego que lloré con ciertos detalles, porque la autora hace uso de recursos descriptivos para crear esa atmósfera de presión, suciedad y desolación que sólo hay en los áticos.
Película. La directora fue Deborach Chow. No me quejo del cast, todos cumplieron a pies juntillas con la descripción de los personajes, sobre todo Heather Graham (Corraine) que es la perfecta encarnación de una joven viuda con muchas ambiciones en la vida y que está dispuesta a todo con tal de que nadie se interponga en su camino (tienen que verla en Horns).
Lo que me dejan tanto el libro como la película es el malestar propio de la incertidumbre, un dolor en la boca del estómago resultado de la tensión, porque es una lectura muy heavy que llega a niveles emocionales inesperados. Y me quedo con varias preguntas para esas noches de insomnio donde ni el cansancio puede contra la neura: ¿Qué hace que creamos en los seres amados? ¿Qué promesas hacemos silenciosamente para luego romperlas sin ningún descaro? ¿Qué nos hace perder la confianza en alguien? ¿Qué son más fuertes, las palabras o las acciones? Porque hay momentos en que sólo vemos y escuchamos lo que queremos... aunque la realidad esté ahí, palpable, líquida y helada, dispuesta a matar por un poco de atención.
Veredicto, el libro mil veces mejor.
P.S. Me acabo de enterar que en abril salió la adaptación televisiva de Seeds of yesterday (Semillas del ayer y también parte de la saga de los Dollengager), producida por Lifetime, que también produjo Flowers in the attic. *Se apura a leer el libro que está esperando junto con otros 16 que aún no lee.*